Lugar: Calle Dean Funes (parte peatonal).
Una mujer estaba parada alzando a un bebé que respiraba a través de un tanque de oxígeno. Le pregunté qué le pasaba al bebé y me contó que acababa de salir de una operación. Tenía problemas en los pulmones, y la operación produjo que su estómago rechazara la leche común para bebés.
"Yo no soy su mamá, soy su abuela. Mi hija quedó embarazada muy jovén y no quiso tenerlo enfermo, así que lo abandonó y yo me hago cargo de él. La leche que toma sale $100 la caja y dura 5 días, eso hace que tenga que salir a pedir porque me cuesta mucho conseguir la plata para darle de comer. Me molesta pedir, y me da verguenza porque no es bueno exponer a un bebé a éste ambiente, pero es lo el único remedio por ahora."
El bebé lloraba incómodo en su coche, la mujer le dijo que se callara y como si fuera un robot se quedó dormido automáticamente. Al mirarlo supuse que tenía 6 meses, pero en realidad tenía un año y mi hermano de 8 meses, en aquel entonces, le doblaba en tamaño.
Una impotencia me invadió entera al ver aquella situación y pensar cómo sería si a mi hermano le pasara lo mismo.
Lugar: Otro lugar (conversación entre conocidos).
-Quedó chiquita la casa, parece un departamento - críticas producidas por la envidia -, y pobresita ella que tiene que compartir el baño con el hermano -
Consigna 1: Mirar paralelamente ambas situaciones. La mujer de la primera situación está agradecida cada vez que su nieto tiene algo para comer, y en la segunda situación se producen quejas por compartir el baño con una sola persona.
Mi conclusión: Somos unos desagradecidos, unos quejosos, unos llorones, y todo al vicio.
Consigna 2: Ser más agradecidos.